ES EL ROCK ROCK ROCK EN MI FORMA DE ANALIZAR
Columnista Especial
De un tiempo a esta
parte se ha vuelto moneda corriente escuchar que el rock vive un presente
deslucido, una crisis terminal. Desde que Elvis sacudió la cadera y le cambió
la cara al siglo XX con un nuevo lenguaje se dio por sentado que este fenómeno
cultural, que articulaba aspiraciones y vivencias de la juventud, seguiría
evolucionando indefinidamente. Así fue como avanzó a toda velocidad valiéndose
de la electricidad (la gran metáfora del siglo XX), la literatura y la
tecnología, alumbrando varios géneros y técnicas de creación que llevaron a
pensarlo como un camino virtuoso de liberación, innovación y cambio. Pero de
repente algo cambió y la evolución del rock se detuvo. Entre la ubicuidad que
traen los ringtones y el mp3, la recreación de géneros que ya han sido
ejecutados, la mercantilización que lo ha normalizado y los cambios de
paradigma el rock se transformó en una simple puesta en escena de sonidos ya
escuchados y recuerdos a veces ni siquiera vividos.
Alejado de los
estudios de grabación el rock tiene en la crítica cultural un costado donde es
activo, provoca controversias y abre nuevos pensamientos, como antes solían hacer
los artistas. Desde ámbitos académicos varios autores han puesto al rock en un
mismo nivel con Marx y Foucault para realizar el abordaje teórico de sus objetos
de análisis. Greil Marcus, Simon Reynolds y Diedrich Diederischen, por ejemplo,
han editado libros que realizan lo que los Beatles o Dylan realizaban con sus
instrumentos. Y así como en sus años de esplendor el rock cobijaba diversos
estilos igualmente interesantes, estos tres autores se las ingenian para
abordar con estilo propio la crítica cultural con un pie en el rock.
El norteamericano
Greil Marcus es un ejemplo de cómo lo aprendido en los ámbitos académicos, es
graduado en Ciencias Políticas, se puede aunar con el rock. Crítico y
columnista de Rolling Stone, Marcus se ha valido de ambos mundos en libros
clásicos como “Mystery train” (1975), donde ubica al rock en el marco de
los arquetipos culturales norteamericanos, y en su obra cumbre “Rastros de carmín”
(1989), donde examina las conexiones filosóficas entre los Sex Pistols y varios
movimientos como el situacionismo y concluye que el punk rock es un fenómeno
cultural transhistórico.
En su libro “El
basurero de la historia” (Ed. Paidos), una colección de ensayos editado en
1995 y con reciente edición en español, Marcus postula que en las idas y
vueltas de la historia, donde hay negaciones y olvidos que no son inocentes,
los sentidos reaparecen cuando menos se lo espera. Ante esto, la tarea del
crítico cultural es reactivar esas demandas insatisfechas del pasado hurgando
en el basurero de la historia y rescatando eventos históricos, tratándolos como
acontecimientos culturales, y viceversa, y multiplicando las suposiciones sobre
los mismos. En la Generación Beat, las canciones de Dylan, en el bluesero
Robert Johnson y la masacre en la
Plaza de Tiananmen Marcus descubre las historias incluidas en
esos momentos culturales y muestra cómo a través de la lectura de esas verdades
nos situamos en la historia y en el mundo. Luego de esto concluye que la
historia no existe nada más que en un pasado relegado, también está con
nosotros; si no lo reconocemos nuestro futuro será tan estrecho y pobre como
nuestro sentido actual del pasado.
Con un año de demora
llega la versión en castellano de “Retromanía. La adicción del pop a su
propio pasado” (Caja Negra) del inglés Simon Reynolds, un lúcido análisis
sobre la obsesión de la cultura pop por mirar su pasado y revivirlo. El inglés,
graduado en Historia, hizo su nombre en el semanario musical Melody Maker y
forjó un estilo deudor de pensadores franceses que supera los análisis
lirocentristas (el sentido está en la letra) y sociológicos (la obra es
resultado de una cultura) para enfocarse en la materialidad sonora, con el que
abordó temas tan diversos como la cultura de la droga y la problemática del género.
En esta ocasión toma
la cultura pop (la cultura de masas, que incluye al rock y todos los consumos
culturales del capitalismo, opuesta a la “culta”) y se pregunta si por la
obsesión de reciclaje no se ha llegado a un punto del que sólo podrán emerger copias
desabridas. Así es como realiza un rastrillaje de lo retro en la música
(reedición de estilos y discos), la moda (estilo "vintage"), el cine
(reediciones en 3D) y confirma que, como nunca antes (reciclar el pasado no es
nuevo), hay una mirada obsesiva del pasado y sus artefactos culturales. Esta post-producción,
que es irónica y referencial sin ira o subversión, deja en un segundo plano la
producción y pone en riesgo la antigua idea del artista y sus obras como un
monumento al futuro. Esto genera hiperstasis, la sensación de disfrutar
una obra pero, a la vez, sentir el vacío de no encontrar novedad. A pesar de
esta falta de vértigo que produce enfrentarse con lo desconocido concluye que
aún hay esperanzas de que la cultura pop que pueda dar cuenta de esta nueva era
de exceso de data.
El crítico cultural, periodista de rock y
curador alemán Diedrich Diederischen, uno de los pensadores
más interesantes de la última década, es otro de los autores que rockea desde
sus páginas. El pensamiento del alemán, que comenzó su trayectoria en la
revista de música Sounds y actualmente dicta clases de Arte Contemporáneo, pivotea
entre la filosofía y la cultura pop, tal como lo demostró en la colección de
ensayos “Personas en loop” (2005), donde disecciona la cultura
pop a partir del análisis de figuras mediáticas como Britney Spears.
Ahora es el turno de una nueva colección de
ensayos, “Psicodelia y ready-made” (A. Hidalgo), en los que, partiendo de
las ideas de filósofos como Walter Benjamin, que postula que los sujetos
procesan sus experiencias por medio del arte, reflejando en él su situación
social e histórica, se detiene en episodios concretos de la historia de la cultura y las vanguardias
artísticas, aparentemente destinados al olvido, para echar luz. Es así como se
suceden lúcidas observaciones sobre las relaciones que la música estableció con
las ciudades a lo largo del siglo XX, la relación entre la pornografía y el pop,
entre otras; las aborda desde el presente, resignificándolas en función de las
ideas de futuro que encerraban en ese entonces. Luego de leer estos ensayos
queda claro que todo aquello que forjó la identidad de los sujetos en el pasado
guarda en sí un horizonte de futuro al que se puede volver retrospectivamente
para encontrar los modos de imaginar el porvenir, prestando especial atención a
las relaciones que establecen con las manifestaciones artísticas del presente y
la industria cultural.
Seguramente leer alguno de estos libros, tres
variaciones de abordaje a la cultura y nuestra cotidianeidad, generará lo que
muchos discos ya no logran: la demanda y el desconcierto inicial dan paso a una
satisfacción gradual y, finalmente, llega la recompensa del goce movilizador.
Lo que no es poco en estos tiempos de inmediatez y apatía.
DISCOS RELACIONADOS
Bob Dylan “Infadels” (83) El trovador americano regresa a un sonido
clásico luego de su etapa católica. En este disco se puede apreciar aquello que
Greil Marcus rescata que las historias de Dylan: van al pasado y regresan con
un nuevo espesor. Viñetas sociales, poesía y canciones de amor dan forma a un
clásico olvidado.
Ariel Pink’s Haunted Graffiti “Before today”
(10) A pesar de reciclar estilos del
pasado, el californiano es uno de los artistas favoritos de Simon Reynolds.
Luego de años de grabaciones caseras se decidió a grabar en un estudio y editó
esta obra cumbre del “retrolicious”. Sonidos del ayer pero con melodías
irresistibles y canciones atrapantes.
Talkingh Heads “Talking Heads 77” (77) El debut de la banda de David Byrne dejaba
entrever, detrás de la energía punk, la habilidad del grupo para forzar los
límites de la canción y su dominio del pop. La pluma de Byrne brilla en
canciones como “Don’t worry about the government”, utilizada por
Diederischen en su análisis.
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