“Yo creía, Dios me perdone, que Matheson se había muerto de viejo. Pero no: allí estaba, peleando frente al fuego, apartando maderas en llamas, abriendo un camino para que su gato pudiera escapar con él. En el revoltijo alcanzó a salvar una carpeta con su último manuscrito. Es que siempre cuando uno rescata un manuscrito, hay un gato adentro. Richard Matheson perdió todo; la casa los muebles y los premios, pero alcanzó a salvar lo esencial: esa mirada que lo sostiene por las noches, cuando la palabra no viene y la novela no avanza. Esa mirada que nos atornilla al sillón, ese ronroneo que precede a la llegada del diablo.” En uno de sus tantos y amorosos textos sobre su relación con los gatos, Osvaldo Soriano recuerda al auto de Soy leyenda por esta anécdota. Yo lo recuerdo por eso y por el impactó que me causó, de chica, leer esa obra, una gran metáfora detrás de la historia de Robert Neville, el protagonista. El hombre común que lucha contra el ataque de vampiros hast