NE DE FIESTA: Te presentamos POSTPUNK de Simon Reynolds, Te contamos sus actividades en el FILBA y te regalamos la intro del libro!
POSTPUNK
Romper todo y empezar de nuevo
Simon Reynolds
Traducción: Agostina Marchi y
Matías Battistón
Diseño: Juan Marcos Ventura
Colección Synesthesia
Luego de Después
del rock y Retromanía, publicamos
el que para muchos es el libro más relevante de Simon Reynolds; un volumen de
más de 500 páginas en el que caracteriza y define la escena que a fines de los
setenta redefinió las atribuciones del rock, y que REYNOLDS viene a presentar a
Buenos Aires, como invitado especial del FILBA 2013.
En tiempos en los que la creatividad musical se
encuentra ahogada por el archivismo y el revivalismo, Postpunk. Romper todo y empezar de nuevo recupera la memoria perdida
de una época en la que el pasado era un canon al que había que desafiar, y el futuro
un horizonte de infinitas posibilidades.
Postpunk.
Romper todo y volver empezar de nuevo es el primer libro en
recuperar a aquellas bandas que supieron ver en las condiciones generadas por
el punk la oportunidad para establecer una verdadera ruptura con la tradición y
experimentar por fuera de los estrechos parámetros del rock.
Entregados a la tarea de profundizar la
revolución iniciada por el punk, grupos como PiL, Joy Division, The Fall, The
Slits, Devo, The Residents, Throbbing Gristle o Liquid Liquid exploraron
territorios previamente desconocidos al incorporar las técnicas de producción del
dub y la música disco, las radicales estrategias compositivas del krautrock, la
música contemporánea, el free jazz y el groove, y la economía sonora del funk.
Pero no solo de música se alimentó el postpunk: Cabaret Voltaire tomó prestado su
nombre de Dada; Pere Ubu adoptó el suyo de Alfred Jarry; Gang of Four,
inspirado por Brecht y Godard, trató de deconstruir el rock; los letristas
absorbieron la ciencia ficción radical de J.G. Ballard, Philip K. Dick y
William S. Burroughs; y bandas como The Pop Group o Contortions se inspiraron
en el teatro de la crueldad de Artaud para romper las barreras entre el público
y el escenario. Al purismo estridente del punk, el postpunk le opuso eclecticismo
e hibridez. Y a su tradicionalismo rockero, un imperativo de cambio constante.
Simon
Reynolds nació en 1963 en Londres. Se licenció en Historia en la Universidad
de Oxford, donde dirigió su primera revista, Monitor. En 1986 comenzó a
colaborar en el semanario Melody Maker donde ascendió hasta ser uno de los
secretarios de redacción.
En los ‘90, se mudó con su mujer, la periodista
Joy Press, a Nueva York, desde donde colabora free lance en diferentes medios
como The Guardian, The Observer, The New Stateman, The Wire, The New York
Times, Village Voice, Spin (allí ejerció el puesto de senior editor) y Rolling
Stone. Actualmente vive en
California y mantiene online siete blogs. Sus libros publicados hasta la fecha
son Blissed Out: The Rapture of Rock (1990), The Sex Revolts: Gender, Rebellion
and Rock ‘n’ Roll (con Joy Press, 1995), Energy Flash: A Journey through Rave
Music and Dance Culture (1998), Postpunk. Romper todo y empezar de nuevo (2005;
2013, Caja Negra), Bring The Noise (2008),Totally Wired: Post-Punk Interviews
And Overviews (2009) y Retromania (2011; 2012, Caja Negra).
Blogs de Simon
Reynolds
http://blissout.blogspot.com.ar/
http://retromaniainformationandhype.blogspot.com.ar/
http://retromaniabysimonreynolds.blogspot.com.ar/
Twitter:
@SimonRetromania
Video
sobre Retromanía y cultura reciclada (con subtítulos)
http://www.youtube.com/watch?v=LshIpE9zNVY&feature=share
AGENDA DE
ACTIVIDADES DE SIMON REYNOLDS EN BUENOS AIRES
JUEVES 26/09
Taller: EL ARTE
DE LA CRÍTICA a cargo de Simon Reynolds
11 hs – Museo de
la Lengua
Decir
que Simon Reynolds es crítico de música posiblemente minimice lo que el
escritor e investigador británico es: una de las miradas más lúcidas de la
actualidad sobre el rock, su historia y su cultura. Un taller intensivo que
entiende que la crítica es un arte y ofrece algunas herramientas teóricas para periodistas
y público especializados.
(*
Para favorecer la dinámica del taller, el mismo será impartido en inglés, sin
traducción. Cupos limitados. Inscripción previa en info@filba.org.ar)
Entrevista: SIMON
REYNOLDS EN PRIMERA PERSONA
19 hs – Fundación
Osde
Entrevistan:
Diego Manso y Pablo Schanton
Desde
su primeros escritos en la prensa británica en la década del ´80, la obra de
Simon Reynolds se propuso deconstruir el discurso del pop, sometiéndolo a una
disección ideológica que, sin embargo, no le ha impedido abandonarse a sus
placeres. El énfasis en la más pura materialidad del sonido se conjuga en la
obra de Reynolds con una perspectiva más amplia que entiende al pop como punto
de condensación de estrategias culturales que trascienden el campo de la
música. Dos reconocidos periodistas de la escena local dialogan con uno de los
críticos y teóricos de rock más importantes de las últimas décadas acerca de su
obra en general y de la manía retro que domina diversos campos de la producción
cultural contemporánea.
Invita
Fundación Osde.
VIERNES 27/09
Conferencia:
POSTPUNK. ROMPER TODO Y EMPEZAR DE NUEVO
19
hs – Auditorio de la Alianza Francesa (Av. Córdoba 936)
Con
Simon Reynolds y Pablo Schanton
Cóctail
y música a cargo de Estamos Felices
En
Postpunk. Romper todo y empezar de nuevo,
Simon Reynolds le rinde homenaje a una de las últimas vanguardias que dio el
rock. En esta conferencia, articulada a partir de la proyección de una serie de
videos especialmente seleccionados para la ocasión, Reynolds repasa la
importancia de grupos como PiL, Joy Division, Talking Heads, Cabaret Voltaire,
o Throbbing Gristle que, entregados a la tarea de profundizar larevolución
iniciada por el punk, exploraron territorios sonoros y estéticos previamente
desconocidos.
POSTPUNK
NOTA
DEL AUTOR
Abordar un período tan prolongado –de siete
años, de 1978 a 1984– y con una enorme densidad de producción en simultáneo
presenta algunos problemas en cuanto a la organización del material. Con tantas
cosas sucediendo en paralelo, organizar el libro a partir de una cronología
lineal evidentemente no es una opción.
Mi solución fue dividir el período en
microrrelatos, la mayoría de ellos circunscriptos a una determinada geografía:
escenas que se desarrollan en determinada ciudad (la no wave y el mutant disco
de Nueva York, por ejemplo), en una región (la escena de Cleveland-Akron, en
Ohio) o incluso en países enteros (Escocia). Otros capítulos se basan en un
determinado género o sensibilidad: industrial, synthpop, new pop, y así
sucesivamente. Algunos están orientados alrededor de grupos particulares de
artistas: el entorno de sellos como Rough Trade y 2-Tone, por ejemplo. En otros
casos, reuní a dos grupos basándome en algún vínculo directo y/o en alguna
afinidad: tal es el caso de The Pop Group y The Slits, que tienen miembros en
común y durante un tiempo estuvieron en el mismo sello discográfico; o Wire y
Talking Heads, que pese a no haber estrechado ese tipo de vínculos directos, sí
poseen muchos puntos en común. Debido a que el flujo cronológico al interior de
cada microrrelato es lineal y sigue el desarrollo de cada proyecto desde sus
comienzos hasta su finalización (o lo que me parecía un punto de corte),
Postpunk. Romper todo y empezar de nuevo procede dando un paso hacia atrás para
luego dar dos hacia delante. Por lo tanto, cada nuevo capítulo comienza en
general algo después que el anterior en la línea de tiempo histórico, y así es
como al final del libro los acontecimientos tienen lugar en 1983-1984.
INTRODUCCIÓN
Al principio el punk me pasó inadvertido casi
por completo. Con trece años, casi catorce, de aquella época, mientras crecía
en una ciudad residencial inglesa en la que no pasaba demasiado, solo tengo
débiles reminiscencias de 1977.
Recuerdo vagamente fotos a página completa de
punks con crestas puntiagudas en una revista que venía con el diario del
domingo, pero eso es todo. Sex Pistols diciendo insultos en la televisión, “God
Save the Queen” versus el Jubileo Real, toda una cultura entera convulsionada y
estremeciéndose: yo sencillamente no lo noté. En cuanto a aquello que sí me
gustaba y a lo que me dedicaba en vez de a todo eso, bueno, es un poco confuso.
Mil novecientos setenta y siete... ¿Fue el año en que quise ser humorista
gráfico? O, como tal vez ya me había pasado a la ciencia ficción, ¿estuve todo
1977 leyendo sistemáticamente cualquier cosa que encontrara de Ballard, Pohl y
Dick en el catálogo de la biblioteca local? Lo que sé con seguridad es que la
música pop apenas si ejercía influencia alguna en mi conciencia.
Fue mi hermano menor Tim el que empezó a
escuchar punk primero. Siempre había un horroroso barullo saliendo de su
cuarto, llegando al mío a través de la pared del dormitorio. Supongo que una de
las tantas veces que fui a golpear su puerta para quejarme sencillamente debo
haberme quedado ahí.
Lo primero que me retuvo fue la blasfemia:
Johnny Rotten que chillaba “Fuck this and fuck that/ fuck it all and fuck her
fucking brat” [A la mierda con esto y a la mierda con aquello/ A la mierda con
todo y a la mierda con su maldito mocoso malcriado] (después de todo, sí tenía
catorce años). Más que los insultos en sí mismos, lo que realmente me mantenía
atento era la vehemencia y la virulencia de la interpretación de Rotten, todos
esos “fucks” percusivos, el regocijo demoníaco de las letras r estiradas en
“brrrrrrrat”. Se han expuesto miles de tesis cuidadosamente razonadas que
reconocen y convalidan la importancia sociocultural del movimiento, pero, si
uno es realmente sincero, hay que decir que una parte gigantesca del atractivo
del punk solo tuvo que ver lisa y llanamente con su escandalosa y monstruosa
maldad. Piénsese en la enfermedad de Devo, por ejemplo. Jamás en mi vida había
escuchado algo tan tenebroso e inmoral como su single “Jocko Homo” y su lado B,
“Mongoloid”, que aparecieron en nuestra casa por cortesía de un amigo (mucho
más adelantado que nosotros, claramente).Cuando empecé a escuchar a Sex Pistols
y demás, en algún momento a mediados de 1978, no tenía ni la más mínima idea de
que todo eso ya estaba oficialmente “muerto”. Sex Pistols se había separado
hacía rato. Rotten ya había formado Public Image Ltd. Como había estado ocupado
en otras cosas y me había perdido todo el nacimiento, la vida y la muerte del
punk, también me salteé astutamente el luto posterior, ese horrible estrellarse
contra el suelo que experimentaron en 1978 todos aquellos que habían estado
“allí” durante el excitante pico de adrenalina de 1977. Mi descubrimiento
tardío del punk coincidió con el momento en el que las cosas empezaban a repuntar
de nuevo, con el nacimiento de lo que, enseguida, se conoció como postpunk, el
tema de este libro. Así que estaba escuchando Germfree Adolescents de X-Ray
Spex, pero también el primer disco de PiL, Fear of Music de los Talking Heads y
Cut de The Slits. Todo era un brillante y explosivo arrebato de emoción.
Los historiadores de la música exaltan eso de
haber estado en el lugar correcto en el momento justo, esos períodos y esos
emplazamientos críticos en los que se gestan las revoluciones y los movimientos.
Eso es complicado para aquellos de nosotros que estamos y/o estuvimos atrapados
en los suburbios o en territorio provincial. Este libro es para, y sobre,
aquellos que no estuvieron allí en el lugar correcto en el momento justo (en el
caso del punk, Londres y Nueva York alrededor de 1976), pero que, no obstante,
se negaron a creer que todo había terminado y que todo estaba terminado antes
de que pudieran sumarse.
Los jóvenes tienen un derecho biológico a estar
entusiasmados respecto de los tiempos que les tocan vivir. Si uno tiene mucha
suerte, esa urgencia hormonal es acompañada de la insurgencia de la era, y la
necesidad inherente a todo adolescente de sorprenderse y creer coincide con un
período de abundancia objetiva. Los años de plenitud del postpunk –la media
década que va de 1978 a 1982– fueron eso: una suerte. He estado cerca de
sentirme de ese modo desde entonces, pero nunca volví a sentirme tan emocionado
como en aquel momento. Ciertamente, nunca volví a estar tan enfocado en el
presente.
Lo que es raro, al menos tal como lo recuerdo
hoy, es que durante esa época nunca compraba discos viejos. ¿Por qué lo habría
hecho? Existían tantos discos nuevos para comprar que, sencillamente, no había
razón alguna para investigar el pasado. Tenía cassettes con compilaciones de lo
mejor de los Beatles y los Stones que había grabado de amigos y una copia de la
antología de The Doors Weird Scenes Inside the Goldmine, pero eso era todo. En
parte, algo de esto tenía que ver con el hecho de que la cultura de las
reediciones que hoy nos inunda en aquel momento no existía; las compañías
discográficas de hecho borraban discos por aquel entonces, así que había
enormes franjas del pasado reciente a las que era imposible acceder. Pero
principalmente se trataba de que no había tiempo para mirar hacia atrás con
melancolía hacia algo que uno nunca había vivido en carne propia. Estaba
pasando demasiado ahora.
En su momento no lo pensé de este modo, pero,
visto en retrospectiva, en tanto época singular de la cultura pop, el período
1978-1982 compite con esos legendarios años que fueron de 1963 a 1967 y son
comúnmente conocidos como los sesenta. La era postpunk soporta la comparación
con los sesenta tanto en términos de la mera cantidad de música genial que fue
creada como en cuanto al espíritu de aventura y el idealismo que la insuflaron,
y en términos de la manera en que la música parecía estar inextricablemente
conectada a la turbulencia política y social de su tiempo. Había una mezcla
parecida de expectación y ansiedad, una manía similar por todo lo que fuera
nuevo y futurista unida a un miedo palpable y concreto respecto de lo que el
futuro podía deparar.
No es que sea una persona especialmente patriótica
ni nada por el estilo, pero también es notable que tanto los sesenta como el
movimiento postpunk hayan sido períodos durante los cuales Gran Bretaña gobernó
las olas de la música pop. Que es la razón por la cual este libro se centra
principalmente en el Reino Unido. Por supuesto, también se ocupa de ciudades
estadounidenses en las que el punk se expresó de modo irrefutable y grandioso:
Nueva York y San Francisco, las capitales bohemias; Cleveland y Akron, las
terroríficas zonas postindustriales de Ohio; ciudades universitarias como
Boston, Massachusetts y Athens, Georgia. Sin embargo, en los Estados Unidos, el
punk y el postpunk fueron culturas mucho más subterráneas y minoritarias que en
el Reino Unido, donde uno podía escuchar a The Fall y a Joy Division en la
radio nacional y bandas tan extremas como PiL, de hecho, tenían hits en el Top
20 y, gracias al programa de televisión semanal Top of the Pops, llegaban a más
de diez millones de hogares. Lamentablemente, por cuestiones de espacio y salud
mental he decidido no meterme con el postpunk de Europa continental y Australia
a excepción de algunas bandas clave, como D.A.F. y The Birthday Party, que han
tenido un impacto significativo en la cultura rock anglosajona.
Tengo razones tanto personales como “objetivas”
para escribir este libro. Ante todo, entre las razones objetivas, está el hecho
de que el postpunk es un período que ha sido seriamente desatendido por los
historiadores. Hay una veintena de libros sobre el punk rock y todo lo que pasó
entre 1975 y 1977, pero no hay prácticamente nada acerca de lo que ocurrió
después. Las historias convencionales del punk siempre terminan más o menos con
su “muerte”, en 1978, cuando Sex Pistols se autodestruyó. En las versiones más
extremas y poco serias de esta historia (los documentales televisivos sobre la
historia del rock son particularmente culpables de esto), por lo general, se da
a entender que no pasó nada que fuese realmente relevante entre el punk rock y
el grunge, entre Never Mind the Bollocks y Nevermind. Incluso después del boom de
la nostalgia por los ochenta, esa década aún sigue tendiendo a ser considerada un
baldío musical solo redimido por forajidos como Prince y Pet Shop Boys o
personajes dignos de respeto como R.E.M. y Springsteen. Los primeros años de
los ochenta, en especial, todavía son considerados como una franja particularmente
chistosa y un tanto camp, como una era que solo estuvo caracterizada por
pretenciosos intentos de usar el video como una forma de arte, y vanidosos
inglesitos rodeados de sintetizadores y con los ojos delineados y cortes de
pelo ridículos. Han emergido fragmentos de la historia postpunk aquí y allá.
Pero nadie ha intentado capturar la era postpunk como lo que fue, una
contracultura que, aunque fragmentada, compartió la creencia de que la música
podía cambiar el mundo.
Siendo todo lo imparcial y desapegado que me es
posible, me da la sensación de que el largo “después” del punk entre 1978 y
1984 fue mucho más interesante, musicalmente hablando, que todo lo que pasó en
1976 y 1977, cuando el punk montó su revival del rock ’n’ roll “de vuelta a las
raíces”. Aun en términos de su influencia cultural más general, podría
discutirse tranquilamente que el punk tuvo sus repercusiones más provocativas
mucho después de su supuesta defunción. Parte del argumento de este libro es
que los movimientos revolucionarios al interior de la cultura pop suelen tener
su mayor impacto después de que el “momento” supuestamente ha pasado, y cuando
las ideas ya se propagaron al exterior de las elites bohemias y las camarillas
vanguardistas metropolitanas a las que en su origen les “pertenecieron” hacia
los suburbios y las regiones periféricas.
Otra razón objetiva para este libro es que ha
habido un inmenso resurgimiento del interés por este período, con compilaciones
y reediciones de discos postpunk de archivo y toda una camada de bandas nuevas
que se han moldeado a partir de géneros postpunk como la no wave, el punk funk,
el mutant disco y la música industrial. Toda una nueva generación de músicos y
amantes de la música jóvenes ha alcanzado finalmente la mayoría de edad sin
ningún recuerdo de esta era. Algunos veinteañeros ni siquiera habían nacido en el
año que este libro cierra, 1984, y en consecuencia, hallan todo este período fascinante
e inmensamente intrigante. De hecho, es precisamente por haber sido tan
desatendido durante tanto tiempo que el postpunk ofrece hoy una veta
interesantísima para la floreciente industria retro.
Dije que también había razones subjetivas para
que escribiera este libro. La razón subjetiva número uno es que recuerdo este
período como súper abundante, como una edad de oro de lo nuevo y el ahora que
creaba una sensación de estar moviéndose a toda velocidad hacia el futuro. La
razón subjetiva número dos tiene más que ver con el presente. Cuando los
críticos de rock llegan a cierta edad se empiezan a preguntar si toda la
energía mental y emocional que invirtieron en esto de la música fue en realidad
un movimiento tan acertado. No es exactamente una cuestión de falta repentina
de seguridad o confianza en uno mismo, sino, más bien, algo así como un pliegue
o un doblez en la certidumbre. En mi caso en particular, esto me llevó a
preguntarme cuándo había sido que decidí embarcarme en una vida que tuviera que
ver casi exclusivamente con tomarse la música en serio. ¿Qué me hizo creer que
la música podía importar tanto? Fue, por supuesto, el hecho de que crecí en la
era postpunk. Ese doble golpe casi simultáneo de Never Mind the Bollocks de Sex
Pistols y Metal Box de PiL fue lo que me puso en este camino en el que estoy.
También fue escribir acerca de estos discos –y
acerca de otros tantos discos como esos– en la prensa especializada lo que me
formó; escribir semana tras semana sencillamente exploró y puso a prueba la
cuestión de con cuánta seriedad uno podía tomarse la música (una conversación
que continúa hasta el día de hoy de diversas maneras y en otros espacios). Así
que este libro también es, en parte, un ajuste de cuentas con mi juventud. ¿Y a
qué conclusión llegué?
Tendrán que seguir leyendo.
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