RECOMENDADO DE NE: REGUEROS DE TINTA + La historia del diario Crítica por Álvaro Abós (Clarín)
El
diario Crítica en la década de 1920
Sylvia
Saítta
Colección
Historia y Cultura
Desde 1913, Crítica revolucionó la prensa
periódica argentina. Natalio Botana, propietario y director, incorporó amplios
segmentos de nuevos lectores y les ofreció un periódico masivo y popular, que
satisfacía cada una de las apetencias de un conjunto diverso: los deportes, el
tango y el jazz, las carreras de caballos, la noticia policial, el submundo
social y la literatura de vanguardia. Con varias ediciones, a toda hora del
día, Crítica estaba en todas partes. Sobre todo, formó un equipo de periodistas
profesionales capaz de construir la noticia con un estilo inconfundible,
admirado y denostado.
Crítica fue el actor principal de su propia obra
dramática. Informando y comentando, se colocaba en el centro del relato,
dividía al mundo entre sus amigos y enemigos, dialogaba directamente con sus
lectores, los convocaba a recibir las últimas noticias – el resultado de un
combate boxístico, el derrocamiento de un presidente– o a defender sus ideas
frente a los adversarios políticos. En ese terreno, fue un actor de peso:
enfrentó a Yrigoyen inicialmente, apoyó luego a los socialistas y a los
socialistas independientes, respaldó a Yrigoyen en 1928 y lo demolió en 1930.
Este estudio de Sylvia Saítta, que combina el análisis textual
con el enfoque cultural, es a la vez una investigación brillante, la puerta de
entrada a la historia de un gran diario y la confrontación aguda entre este y
su propio mito.
Luis
Alberto Romero
Sylvia Saítta es
investigadora del Conicet y profesora de literatura argentina contemporánea en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde
dirige proyectos de investigación sobre periodismo, revistas literarias y
cultura argentina. En 1998 publicó la primera edición de Regueros de tinta, al que le siguió El escritor en el bosque de ladrillos. Una biografía de Roberto Arlt.
Dirigió El oficio se afirma, tomo 9 de la
Historia crítica de la literatura argentina, y editó Hacia la revolución. Viajeros argentinos de izquierda. Realizó
numerosas ediciones de la obra inédita de Roberto Arlt y de revistas culturales
como Crítica. Revista Multicolor de los Sábados, y Contra. La revista de los
franco-tiradores. Es directora, junto con José Luis de Diego, de la colección
“Serie de los dos siglos” en Eudeba.
DIARIO
CRÍTICA, UN TÁBANO CONTRA EL PODER
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Participante de BAN! 2013 |
POR ÁLVARO ABÓS
(Fuente: Diario Clarín)
Captó el pulso de su época y sedujo a las clases
populares. Pero también supo denunciar corrupción. Su historia.
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Álvaro Abós |
El primer ejemplar del diario vespertino Crítica
salió de la impresora, en el taller La Patria degli Italiani, de Belgrano y
Perú, en las primeras horas de la tarde del lunes 15 de septiembre de 1913. Al
pie de la máquina, un hombre lo recibió con manos febriles. Era un muchacho
rollizo de 24 años, un tal Natalio Botana, director y propietario. Esa tarde,
hace un siglo, comenzaba una de las mayores aventuras del periodismo argentino:
la creación de un diario que se convirtió en leyenda. Crítica fue un actor
importante en los siguientes treinta años y Botana, identificado en lo bueno y
lo malo con su diario, protagonizó hechos de la política y la cultura sin cesar
recordados en obras históricas, literarias, artísticas.
Natalio Félix Botana nació en 1888 en Durazno
(Uruguay) en una familia acomodada de gran tradición blanca: así se llamaba a
los seguidores del partido Nacional. Hizo sus primeras armas en la prensa montevideana pero a los veinte años se lanzó
a conquistar Buenos Aires, ese sueño de tantos uruguayos talentosos, de
Florencio Sánchez a Irineo Leguisamo, de China Zorrilla a Natalia Oreiro.
Fundar un diario en Buenos Aires era un proyecto
utópico. En aquel 1913 diarios y revistas y numerosas publicaciones en idioma
extranjero, destinadas a los inmigrantes, llenaban los kioscos. El diario de
más circulación era La Prensa. Vendía 160.000 ejemplares y acaparaba los
pequeños anuncios por línea. Le seguía La Nación, con 100.000 ejemplares. Entre
los vespertinos, dominaba La Razón, que con sus 76.000 ejemplares parecía
imbatible, al punto que los canillitas lo llamaban La Barredora.
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El fundador. Natalio Botana, junto a un hijo, cuando ya era una celebridad. |
Botana intuyó sin embargo que estos y muchos
otros diarios de Buenos Aires no bastaban para llenar la demanda de las masas
urbanas ávidas de lecturas. La Argentina, concluidas las guerras civiles,
crecía a un ritmo impresionante, absorbiendo millones de inmigrantes que habían
duplicado su población entre 1890 y 1910. Por su parte, la ciudad de Buenos
Aires, que en el Centenario alcanzó el primer millón de habitantes, se
transformaba en urbe moderna. Cada tarde, las multitudes llenaban las
estaciones ferroviarias para volver a sus hogares suburbanos. Ese público, que la
educación popular y gratuita impulsada por Sarmiento había contribuido a
alfabetizar, quería llevar a casa noticias y lecturas.
Puesto que Botana no tenía dinero propio, ¿de
dónde salieron los fondos para pagar los primeros ejemplares de Crítica? Algunos
sostienen que fueron aportados por políticos uruguayos en el exilio; también se
cita como sostén al político conservador Marcelino Ugarte, mientas otros
consideran que Botana pagaba la imprenta con anticipos por publicidad que le
aportaron algunos intendentes del gran Buenos Aires. La redacción era una
precaria oficina de Sarmiento 815, casi sin muebles. Botana había reclutado a
sus periodistas en los cafés porteños, entre profesionales sin trabajo. Ellos,
durante meses, no cobrarían sus sueldos,
sobreviviendo con vales. Pagar la
imprenta, cada día, fue un calvario para Botana.
Ese primer Crítica era un diario tamaño sábana,
que se vendía a diez centavos. Tenía ocho páginas, en las que abundaban los
dibujos de su ilustrador estrella, Pedro de Rojas, quien también diseñó el
logotipo del diario. Eran claras las ideas periodísticas de Botana: quería un
diario moderno, informativo, sin editoriales, con diagramación ágil y con un
contenido más intenso, transmitido a los lectores a través de lenguaje narrativo
y títulos con gancho. Debía privilegiar los gustos del público, que se
orientaban hacia la actualidad política, pero también hacia el deporte, el
espectáculo y el crimen. Sin descuidar la vida de la ciudad, las novedades y
excentricidades que redactores, fotógrafos e ilustradores perseguían con afán.
La vida cotidiana de los porteños debía ser eje del diario. Botana quería un
diario bien escrito. Buscaba los mejores escritores, a condición de que
incorporaran o supieran interpretar el lenguaje de la calle, incluyendo jergas
urbanas y lunfardismos, algo inconcebible para el periodismo de la época.
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Edición. Tapa del 5 de junio de 1931: el fútbol se llevaba los títulos. |
A Botana le llevó mucho tiempo conseguir que el
proyecto encontrara el perfil. También tardaron los lectores en hacerlo suyo.
La Argentina en la que nació Crítica era un país ante dos eventos decisivos.
Estaba por llegar al gobierno la UCR y el mundo iba a entrar en una guerra
mundial que produciría millones de muertos.
Crítica, desde el comienzo, fue un fustigador de
los gobiernos. Se cansó de denunciar la corrupción del poder. En el caso de
Irigoyen, Botana alimentó hacia él una antipatía especial, a pesar de que su
propia esposa, Salvadora Onrubia, admiraba y frecuentaba al Peludo. El papel de
esta mujer fue importantísimo en Crítica. Salvadora había nacido en 1894.
Militaba en el anarquismo y escribía literatura. Era colaboradora habitual del
diario anarquista La Protesta. Botana la conoció en 1915. Se enamoraron y
conformaron una pareja que electrizó a Buenos Aires. Hija de españoles,
Salvadora se había criado en Entre Ríos y a los dieciséis años tuvo un hijo,
Carlos Natalio, apodado Pitón, al que su padre abandonó. Ella lo crió sola.
Salvadora no tuvo ningún cargo en la redacción,
pero participó activamente. Durante las protestas obreras de 1919, la Semana Trágica,
Salvadora participó de las manifestaciones y estuvo a punto de perder la vida
en esas jornadas que dejaron centenares de muertos. La cobertura que Crítica
hizo de este hecho y de las huelgas de peones patagónicos en los años veinte,
acalladas por la prensa conservadora, es desde entonces una fuente
indispensable de historiadores. Salvadora entabló amistad epistolar con Simon
Radowitzky, un libertario ruso que en 1909 había asesinado al jefe de policía
Ramón Falcón, por lo que fue condenado a prisión perpetua y encerrado en el
penal de Ushuaia. Crítica, por iniciativa de Salvadora, participó de las
campañas por el indulto de Simón Radowitzky, que finalmente concedió Irigoyen.
Hasta 1920, Crítica siguió teniendo problemas
económicos. Como los talleres no imprimían si no estaba pagada la edición
anterior, Botana y Salvadora debían recurrir a estratagemas. Se tiraban los
primeros ejemplares y un chofer los llevaba al distribuidor, quien les
anticipaba una suma de dinero, que a su vez Botana entregaba al imprentero para
que completara la tirada. Natalio estuvo tentado de vender su diario, pero no
lo hizo por empecinamiento y por el apoyo de Salvadora. En la redacción, ella
mantenía el espíritu de los periodistas, alicaído por dificultades para cobrar.
Solía preparar pucheros que levantaban el ánimo. Crítica, a 7 años de su
fundación, no vendía más de 9.000 ejemplares; La Razón alcanzaba los 90.000.
En 1920, Botana compró la primera sede propia en
Sarmiento 1546. Poco después, su primera impresora, que le permitió escapar a
la guillotina de los talleres gráficos. Finalmente, el público comenzaba a
gustar del diario. Un hecho puntual contribuyó a ello. Los distribuidores del
diario en los quioscos pedían a La Razón un aumento en su porcentaje por
ejemplar vendido. Uno de los jefes del reclamo era un tal Eduardo Drughera, el
Diente, pintoresco personaje. La Razón no quiso dar su brazo a torcer, por lo
que sus ejemplares no circulaban en la ciudad. Crítica, con la colaboración del
Diente, amigo de Botana, contrató camioneros que, con protección de matones,
distribuyeron el diario. Así Crítica ganó lectores. Botana reinvertía lo ganado
en mejoras que multiplicaban el avance del diario. En 1923, se lanza la quinta
edición, a las cuatro y media de la tarde, que complementa la sexta, en la
calle a las ocho y media. A veces salía una tercera, sólo de deporte. En 1927
Botana compra un solar en Avenida de Mayo y encarga la construcción de un gran
edificio a los arquitectos Andrés y Jorge
Kálnay. Fue el primer edificio dedicado íntegramente a un diario. Allí
se mudará Critica a mediados de 1927, año en que ya vende 145.000 ejemplares.
La larga odisea llega a buen fin. El diario es
una marca popular y Botana, un personaje notable de Buenos Aires. Su mundo
privado también está colmado: ama a su mujer, a sus tres hijos, Helvio, Jaime y
Georgina, y a Pitón, a quien Botana dio su apellido y al que quiere tanto o más
que a sus hijos de sangre. Sin embargo, todo este castillo va a derrumbarse el
martes 17 de enero de 1928, cuando suene el teléfono y una voz anuncie que una
tragedia ha sucedido en la casa de los Botana.
Se pegó
un tiro Pitón.
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Ciudadano Botana. La portada de la investigación escritapor Albaro Abós, que publica este mes editorial Vergara. |
En 1923, la familia Botana se había mudado de
Florida al chalet de Virrey del Pino 3075, en Belgrano R. Salvadora quizás
estaba celosa porque su primer hijo, Carlos Natalio, Pitón, entonces un
muchacho de 17 años, alto, buen deportista, inteligente, parecía querer más a
Natalio que a ella. Es cierto que Natalio estaba encantado con Pitón, a quien
quería formar como su heredero. Lo llevaba con él al diario, supervisaba su
educación, le hacía regalos, entre ellos un coche Vauxhall y una pistola
pequeña con cachas de nácar. Durante una discusión con el muchacho, Salvadora
le reveló a Pitón que no era hijo de Natalio, sino de un abogado de Entre Ríos
que la había dejado. Unas horas después, Pitón se pegó un tiro en el pecho. Era
el 17 de enero de 1928.
Este episodio marcó a la familia. Natalio no
solamente perdió a Pitón sino, también, a su principal colaboradora en el
diario, Salvadora, quien jamás se repuso. Ella, anonadada por el dolor, se
aisló. Natalio lo intentó todo para rescatarla. Por ejemplo, viajar. En Europa,
Botana contrató a los mejores psiquiatras para que trataran a su mujer, pero el
dolor no cesaba. Para soportarlo, Salvadora consumía morfina, luego se hizo
adicta al opio. El, por su parte, se sumergió en el trabajo, es decir en su
diario, la obra de su vida.
La década del veinte multiplicó los éxitos de
Crítica. En 1921, se cambió la frase que hasta entonces se incluía bajo el
logotipo de Crítica: “Diario ilustrado de la noche, impersonal e
independiente”. Fue sustituido por esta leyenda: “Dios me puso sobre la ciudad
como a un tábano sobre un noble caballo, para picarlo y tenerlo despierto.
Sócrates”. Se reiteró hasta el cansancio, y sigue repitiéndose, que esa frase
era apócrifa, un invento de Botana. Hasta su propio hijo Helvio así lo creyó.
Sin embargo, ella está tomada, textualmente, del libro de Platón Apología de
Sócrates.
En 1928 Irigoyen se postula para una segunda
presidencia. Los votos para Yrigoyen duplican a los del candidato Leopoldo
Melo, sostenido por una coalición de conservadores y radicales alvearistas. La
opinión pública que había sido tan favorable a la reelección de Yrigoyen pronto
se dio vuelta. El clima político, influido por la crisis mundial del 30, se
volvió hostil al gobierno. Botana no sólo contribuyó al derrocamiento del
gobierno con acerbas críticas de su diario, sino con su participación personal
en la trama que, con la conducción en la sombra del jefe del ejército Agustín
Justo, culminó el 6 de septiembre de 1930.
El nuevo presidente de la república, General
José Félix Uriburu, le ofreció a Botana, a través de Juan Carulla, la embajada
argentina en París. Botana le contestó: “Dígale al presidente que no me ofenda.
Jamás he sido empleado público”. Uriburu, que había nombrado ministro del
interior a Matías Sánchez Sorondo, abogado de la Standard Oil, odiaba a Botana,
no sólo por haber rechazado su ofrecimiento, sino porque en su casa tenía
“asilados” a varios dirigentes irigoyenistas a quien la policía buscaba, en el
marco de represalias, que incluyeron fusilamientos. Botana reclamaba elecciones
inmediatas. En cambio, Uriburu y sus asesores querían reformar la Constitución
para instaurar un régimen corporativo. Uriburu hizo en abril de 1931 un ensayo:
convocó a elecciones para gobernador en la provincia de Buenos Aires, en las
que los radicales, deponiendo sus graves conflictos internos, concurrieron
unidos y triunfaron. Uriburu anuló esos comicios. El 6 de mayo de 1931 un
decreto presidencial ordenó la clausura de Crítica y la prisión de Natalio
Botana, Salvadora Medina Onrubia y todos los redactores del diario. Este fue
allanado y la Policía al mando del comisario Leopoldo Lugones (hijo), jefe de
la sección Orden Político, destrozó las instalaciones en busca de “pruebas”.
¿Pruebas de qué? De negociados y extorsiones, de las que se acusaba a Botana.
El matrimonio fue detenido en la madrugada. El fue conducido a la Penitenciaría
de la avenida Las Heras y ella a la cárcel de mujeres de la calle Humberto I.
Gobiernos y personalidades de todo el mundo reclamaron por la prisión de
Botana. En cuanto a Salvadora, recluida entre mecheras y prostitutas, con las
cuales “me sentí compañera”, consiguió sacar de la cárcel una carta abierta a
Uriburu, en la que se refería a un pedido de “magnanimidad” para con ella
dirigido al presidente por varios escritores, entre ellos Jorge Luis Borges.
“General Uriburu, apostrofó Salvadora, guárdese sus magnanimidades junto a sus
iras y sienta cómo desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi
desprecio”.
Finalmente, se autorizó a los Botana a salir del
país. En 1932 es nuevo presidente Agustín P. Justo y ese año reaparece Crítica,
para iniciar una nueva década triunfal, con una circulación cada vez mayor. El
diario batió todos los récords cuando en septiembre de 1939, tras la invasión
del Tercer Reich a Polonia, vendió 900.000 ejemplares, en una Argentina que
tenía diez millones de habitantes.
Los Botana adquirieron en Don Torcuato unos
terrenos que habían pertenecido a Marcelo T. de Alvear y allí levantaron su
casa con amplios jardines. La llamaron Los Granados. Por las fiestas de Los
Granados pasaron, entre otros, Pablo Neruda, Federico García Lorca y amigos de
los Botana como el matrimonio Guevara Lynch, que solía llevar a un niño
flaquito y asmático llamado Ernesto.
Grandes escritores argentinos pasaron por
Crítica. Raúl González Tuñón, el poeta de la nostalgia ciudadana, fue uno de
ellos, junto a su hermano, Enrique González Tuñón. A Raúl, que además se hizo
amigo de los hijos de Botana, se debe el suelto titulado “El sándwich de
milanesa”, sobre la caída al Riachuelo de un tranvía repleto de obreros, una
madrugada neblinosa de 1930. Envuelto en papel de diario, ese sándwich estaba
en el bolsillo de una de las víctimas. Escribieron en Crítica Conrado Nalé
Roxlo, Nicolás Olivari, Juan Carlos Onetti, Juan L. Ortiz y muchos más. En 1927
Botana contrató a un joven Roberto Arlt, ya autor de El juguete rabioso, para
la página policial. Sus jugosas incursiones en el mundo del delito durante ese
año dieron material a Arlt para sus obras maestras, Los siete locos y Los
lanzallamas. Arlt dejó Crítica para pasar a El Mundo, donde produjo sus
Aguafuertes porteñas. En 1933 Botana encarga a Jorge Luis Borges y a Ulyses
Petit de Murat, crítico de jazz del diario, la dirección de un suplemento
literario, la Revista Multicolor de los Sábados, a condición de que Borges, que
entonces sólo había publicado poemas y ensayos, escribiera relatos propios.
Así, semana a semana, Borges publicó sus cuentos de bandidos y asesinos que en
1935 conformaron el libro Historia universal de la infamia.
El 6 de agosto de 1941 Natalio Botana viajaba en
uno de sus varios Rolls Royce cerca de San Salvador de Jujuy. El chofer perdió
el control y el coche cayó a un barranco. Cuatro de los pasajeros, entre ellos
Edmundo Guibourg, crítico de teatro del diario, resultaron ilesos. A Botana, el
golpe le hundió las costillas. Pudo haberse salvado si su entorno hubiera
aceptado que lo operara un médico local, pero se empeñaron en que lo hiciera un
gran cirujano de Buenos Aires. El 7 de agosto expiró Natalio Botana, haciendo
la V de la victoria con sus dedos. Su cuerpo fue traído en tren a Buenos Aires
y lo velaron en la Avenida de Mayo 1333. Su cortejo fue seguido por una
multitud. Junto al féretro fue una guardia de canillitas, entre ellos uno con
pierna de madera que con dificultad llegó hasta la Recoleta. En el cine Ideal
se estrenaba la película El ciudadano, una exploración en el misterio de un
gran editor de diarios. El film de Orson Welles se inspiraba en William Randolph
Hearst, magnate de la prensa americana. Pero Hearst había sido nazi, mientras
que a Botana, combatiente del fascismo siempre, lo acompañaron en el final las
banderas republicanas de los españoles exiliados a los que había ayudado.
El diario siguió saliendo pero nunca se recuperó
de la muerte de su creador. Los pleitos familiares devoraron al vespertino.
Alternaron en la dirección Salvadora Medina Onrubia y Raúl Damonte Taborda,
político y periodista que se había casado con la China Botana. Salvadora fue tentada
por Eva Perón, que la apreciaba, pero no se entendieron. El diario fue
confiscado y la familia reclamó su devolución hasta que dejó de salir, en 1961.
Casi todos los protagonistas de estos hechos han
muerto salvo alguien que los conoció bien de cerca. Es Georgina Botana, la
China, madre del gran Raúl Damonte Botana, Copi. Protegida por el silencio,
hace muchos años radicada en Francia, ha cumplido 95 años.
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