GALERNA presenta dos inquietantes obras de Mariana Enríquez, la reina argentina del terror
BAJAR
ES LO PEOR
Mariana
Enríquez
Mariana Enríquez publicó
Bajar es lo peor, su primera novela
cuando tenía apenas veintiún años. Pocos textos muestran tan crudamente la
crudeza de la década del ´90 y, aunque parezca extraño, lo hace con resonancias
de novela gótica.
El encierro y la
paranoia de la cocaína en una ciudad por momentos vampiresca, el sexo como vía de
escapa o modo de sobrevivir, el descreimiento político y los discursos
desesperados, todo eso se mezcla con un amor romántico que nunca alcanza la
satisfacción en un mundo lleno de carencias.
Los protagonistas de la
novela son un raro trío de jóvenes. En el centro, la belleza absoluta,
idealizada e inalcanzable de Facundo, que se prostituye, que le tiene miedo a
dormir por sus pesadillas.
Enamorados de él, un chico
con alucinaciones sexuales macabras y una chica que, sumergida en la
inestabilidad, busca algún punto más firme. Y un círculo más grande que abarca
a dealers, dueños de boliches, ladrones de poca monta, travestis…
Tal vez adelantada a su
época, esta novela brutalmente cruda y a la vez romántica, joven y descreída,
pinta un paisaje raro, pero fácilmente reconocible.
"...Se tanteó el pecho y camisa buscando cigarrillos.
Encendió uno: la ceniza cayó en el agua aceitosa, flotó un instante y se
hundió. Como no soplaba una brisa, podía hacer esos anillos de humo en los que
era experto. Una chupada, una seguidilla de anillos perfectos, otra chupada y
un anillo grande y otro chiquito que se metía dentro del primero. Asqueado,
tiró el cigarrillo por la mitad. Tenía la boca pastosa de nicotina y el
estómago revuelto por no comer."
Mariana
Enríquez
Sexo en un cementerio
italiano, búsqueda de rastros vudú en Nueva Orleans, el robo de un hueso en las
catacumbas de París. Estatuas, tumbas, epitafios.
Un guardia que se mete
de cabeza en un nicho para sacar una calavera. Las cruces con el eje inclinado
en la isla Martín García. La tumba más visitada de Estados Unidos, la de Elvis
Presley. Mujeres que salen de la necrópolis de Colón caminando hacia atrás.
Los cementerios guardan
historias, detalle mínimos, secretos prohibidos, obras de arte, espacios que se
destacan porque aparecieron, por ejemplo, en la tapa de un disco. Aunque en
algunos casos n haya muros que los separen del mundo de los vivos, aunque todo
el tiempo caminemos sobre cadáveres, esos espacios tiene un halo particular.
Mariana Enríquez decidió
hace años convertirse en “catadora de cementerios”, revivir un vínculo poco
traumático con estos espacios. Cada vez que viaja toma las necrópolis como un
punto turístico (o anti-turístico) central; tanto que ha elegido ciertos
destinos sólo para ver determinado cementerio.
Lejos de constituir una
guía macabra, estas crónicas proponen un recorrido personalísimo, caprichoso,
en el cual surgen historias a cada paso. Un nombre, una fecha, un epitafio
pueden disparar todo un mundo.
“Ciudades de los muertos” Nueva Orleans, Luisiana, Estados
Unidos, 2012
Hace horas que busco rastros de vudú en Nueva Orleans. Algo más
que un simple muñequito souvenir o un guía que te repite su cuento por veinte
dólares o una bolsita de gris-gris o un filtro de amor colorado. Más tarde debo
visitar la tumba de Marie Laveau, reina del vudú en esta ciudad durante la
primera mitad del siglo XIX, hermosa mujer de grandes aros, con el cabello
recogido en un turbante. Su tumba es la más visitada de Estados Unidos. La
primera es la de Elvis, en Graceland, en su casa (los restos de Elvis no están,
no pueden estar, en un cementerio común: se producirían avalanchas).
Antes de la visita ceremonial, ritual, a la tumba de Marie,
quiero algo que parezca genuino. Y que esté acá, en la ciudad. No tengo forma
de llegar a los pantanos de Luisiana, donde, dicen, todavía viven sacerdotisas
vudú en tráilers. No tengo auto. Y no tener auto en Estados Unidos, es como no
tener pulso.
En Dumaine Street, a pasos de Jackson Square, en uno de los
rincones más turísticos de la ciudad, está el Museo del Vudú. Es chiquito,
sencillo; un museo pobre. No vende postales, no tiene público. El viejo sentado
detrás del mostrador de la entrada parece complacido por la visita. Es
afroamericano, tiene una camisa blanca, dice que “practica” y me ofrece un
librito introductorio con información.
El museo está vacío. Mi pareja y yo lo recorremos solos. Es
apenas una casa con un pasillo y dos habitaciones. Las fotos que cuelgan en las
paredes, enmarcadas, tienen como epígrafes explicativos textos amarillentos,
algunos escritos a mano. Hay varios aparadores con reliquias detrás de las
puertas de vidrio.
ENTREVISTA
MARIANA
ENRÍQUEZ: “ME GUSTA LO OSCURO, LO LATERAL, LO GÓTICO, LO SINIESTRO”
FUENTE: Augusto Munaro
Especial para Cultura
DIARIO LOS ANDES
Entrevista a una autora joven
que ha sabido convertirse en una de las más influyentes de la escena nacional.
Acaba de lanzar dos libros: “Alguien camina sobre tu tumba” y la reedición de
“Bajar es lo peor” (que publicó hace 20 años, a los 21). Escritura fresca e
ideas profundas, la clave de su éxito de largo aliento.
La editorial Galerna
acaba de publicar a la periodista y escritora Mariana Enríquez por partida
doble. Se trata de “Alguien camina sobre tu tumba”, crónicas que la autora
-transformada en una elocuente "catadora de cementerios"- escribió tras
visitar numerosas necrópolis diseminadas por el mundo, y la reedición de su
mítica novela posgótica “Bajar es lo peor”.
Dos libros que comparten
varias obsesiones y que están escritos con una prosa de un curioso realismo
sugestivo. Sin medias tintas, Enríquez es una de las pocas escritoras de habla
castellana que logra alcanzar lo fantástico sin caer en impostaciones cínicas.
-¿Cuáles
fueron sus influencias al escribir un libro de características como “Alguien
camina por tu tumba”?
-El título tiene que ver
con un dicho inglés, "I felt somebody walking on my grave"
("sentí que alguien caminó sobre mi tumba"). Es una creencia
folklórica británica que, cuando alguien siente un escalofrío, es porque
alguien acaba de caminar sobre el lugar donde, en el futuro, estará la tumba
del que siente el chucho de frío en cuestión. Entonces esa persona dice:
"Sentí que alguien caminó sobre mi tumba" después del escalofrío. Se
menciona en montones de libros y canciones. En nuestro idioma hay un dicho parecido
yo recuerdo haberle escuchado a mi madre y mi abuela: es "me pasó la
muerte". Lo decían cuando tenían un escalofrío. Es básicamente la misma
idea pero el dicho inglés, traducido, era un mejor título.
-Es
un libro de género difícil de determinar. ¿Podría considerárselo un diario de
viaje, tal vez?
-Sí, es un diario de
viaje y es un libro de relatos de viaje… Pero me gusta que no pueda ser
encasillado en un género. Me alegra que resulte un libro inclasificable.
-Es
el producto de varias décadas de investigación en torno a los cementerios.
¿Cómo nace esa inclinación?
-No creas que es una
investigación muy seria. En ese sentido, mi aproximación es bastante lúdica y
curiosa: investigué pero no en profundidad, o, en todo caso, diría que es una
investigación placentera y de años de gusto por ciertas cuestiones macabras, no
como estudio, sino, de verdad, como entretenimiento. Estética y narrativamente
me gusta lo oscuro, lo lateral, lo gótico, lo siniestro; en ese sentido un
cementerio es un lugar que combina varias de mis inclinaciones estéticas y
además me produce una mezcla de tranquilidad e inquietud que me seduce
muchísimo. Los cementerios son lugares definitivos, tranquilos, pacíficos, muy
hermosos, en general vacíos.
-No
son pocas las zonas en que su prosa se torna poética. Hay dos citas concretas:
“siento un gusto plateado en la boca, monedas en el paladar” (para expresar que
tiene miedo)...
-Jamás escribí poesía,
pero la prosa que carece totalmente de lirismo cada vez me gusta menos; así que
naturalmente tiendo a veces a usar recursos líricos, pero de manera
inconsciente, de lo contrario creo que mi prosa seguiría siendo muy seca. ¿Es
un libro un poco triste, a lo mejor? Y sí, rara vez escribo cosas alegres.
-Sus
capítulos no siguen un orden estrictamente cronológico. ¿Qué criterios se
contemplaron a la hora de definir esa secuencia narrativa?
-La secuencia fue un
acuerdo con el editor, Salvador Biedma, que seguramente sabe el porqué de ese
orden mejor que yo. Yo solamente le dije dos cosas cuando estábamos cerrando el
índice: que el primer capítulo debía ser el de Staglieno en Génova, porque es
de hecho el primero cronológicamente pero además porque es una historia
romántica de casi adolescencia, y el último debía ser el de La Reja, el
entierro de la madre de Marta Dillon cuando apareció, porque de alguna manera
le daba un sentido a mi obsesión por el destino de los restos humanos, por los
epitafios, por recorrer los lugares donde están los cuerpos. Un primer capítulo
juvenil, un último más maduro, más "real". Después, él me propuso
este orden para los otros capítulos y yo lo acepté. No soy muy obsesiva con
este tipo de cuestiones.
-Al
leer los capítulos dedicados a Estados Unidos, que posee una concepción sobria
de la muerte, y se los compara con México, país donde se la ha desacralizado
casi por completo; ¿cuál cree que es la relación que tienen los argentinos con
Tánatos?
-Un poco fóbica.
Negadora, cada vez escucho más cosas como "yo quiero que me cremen y se
olviden de mí". La mayoría de las personas con las que hablo les parece un
horror tanto la concepción de sobria festividad de los funerales
norteamericanos como el festejo colorido mexicano, ambas cosas les parecen
"morbosas". Sin embargo, los cementerios argentinos son muy hermosos
y de lo más creativos, los regalitos y recordatorios que se le dejan a los
muertos queridos son muy particulares. Como en casi todo, sospecho que nuestra
relación con los lugares de la muerte es contradictoria.
-Más
allá de ser el sitio donde se depositan los restos mortales, los cementerios
son reservorios de historias. ¿Siente que muchas anécdotas han quedado fuera
del tintero?
-Las anécdotas que pude
recolectar las puse todas. Sospecho que hay miles más. Pero como a los cementerios
voy en viajes cortos, y averiguo lo que puedo ahí y después completo con alguna
investigación más de diarios y libros e internet, llega un momento en que me
detengo, que digo ya tengo las suficientes. Pero seguro hay cientos más. Yo
incluí todas las que sé. Me interesaba que el libro no fuera exhaustivo, que
conservara cierta fugacidad -porque los viajes y los recorridos son fugaces-. A
la vez, me doy cuenta que tiene mucha información.
-Personalmente
me impactó su descripción de la tumba del poeta norteamericano Conrad Aiken.
¿Tiene Ud. alguna sepultura que la haya cautivado en especial?
-La tumba de Marie
Laveau en Nueva Orleans debe ser mi favorita, por el ritual -pedirle un deseo,
dar la vuelta, marcar con tres cruces-, porque fue una mujer fascinante y muy
misteriosa, y porque paradójicamente me gusta que sea un lugar común del
turismo, eso la convierte en un espacio de encuentro colectivo global, me
imagino millones de personas de todo el mundo saludando y pidiéndole un deseo a
una negra libre de Louisiana, a una sacerdotisa vudú, y me parece sensacional,
una de las cosas buenas del mundo.
-Sin
deseos de resultarle mórbido, ¿alguna vez se imaginó su propia tumba?
-Yo digo, medio en
chiste, que me gustaría que me cremen y me pongan en la tumba del presidente de
la sociedad protectora de animales en la Recoleta, que es una pirámide hermosa,
porque me encanta la Recoleta y nunca voy a poder estar enterrada ahí.
Pero no, nunca lo pensé
seriamente. Me encantaría poder elegir -pero lamentablemente a uno lo entierran
cerca de donde murió. Supongo que de vieja me tendré que ir a vivir a Savannah
para que me entierren en Bonaventure, a mi juicio el cementerio más lindo del
mundo.
Lo peor
es...
-Hablemos
de su otro libro. “Bajar es lo peor” cumple casi veinte años y lo celebró de la
mejor manera posible, a través de una esperada reedición. ¿Qué modificaciones
se contemplaron para la realización de esta nueva edición?
-Ninguna del texto. Le
escribí un prólogo y cambiamos la tapa con una hermosa foto de Nora Lezano. El
texto es exactamente el mismo.
-Las
resonancias góticas de su primera novela son evidentes. ¿Además de los clásicos
de género, por entonces, había leído asiduamente a Ann Rice y Stephen King?
-Sobre todo a King. Y a
Emily Brönte, a Charlotte Brönte. Y mucho horror clásico, Stevenson, Henry
James (Otra vuelta de tuerca es una influencia). Clive Barker. Anne Rice
también, los dos primeros libros de la saga de crónicas vampíricas eran una
influencia muy importante. También Sobre héroes y tumbas y Rimbaud.
-También
resulta un poco punk… A través de un estilo a lo Charles Bukowski, crudo, muy
potente que encierra la violencia de un "cross" a la mandíbula, como
diría Arlt. ¿Recuerda en qué circunstancias escribió la historia de Facundo?
-No mucho, tengo mala
memoria.
-¿Cómo
imaginó una narración semejante?
-En general, los
personajes se me presentan, convivo con ellos mentalmente. Facundo fue una
especie de síntesis de lo que yo consideraba hermoso y maldito, una noción
bífida que me obsesionaba mucho entonces. Cuando lo imaginé tenía unos 17 años,
era de verdad muy chica.
-¿De
qué modo cree que se vislumbra el menemato en sus páginas?
-No estoy muy segura.
Los críticos me dicen que en esos jóvenes abandonados y sin futuro está el
menemismo y puede ser. En que ellos no viven la fiesta o, mejor dicho, tienen
su propia fiesta lateral y autodestructiva.
-¿Le
costó encontrar editor? Pues, por entonces, era realmente joven; apenas 21
años.
-Yo nunca busqué un
editor. Circunstancialmente, mi mejor amiga de esos años, Andrea, es la hermana
menor de Gabriela Cerruti, que en ese momento era periodista y trabajaba o
acababa de editar -no recuerdo las fechas- “El jefe”, la biografía de Menem, en
editorial Planeta. Fue una coincidencia: la editorial estaba buscando una
novela escrita por una persona joven para una colección; Gabriela se enteró por
su hermana de que yo había escrito ésta, me la pidió, la leyó, no sé si le
gustó pero le vio potencial y la llevó a la editorial, donde decidieron
publicarla.
No tal cual estaba: la
corregí, hice un trabajo de edición con Juan Forn. Y eso fue todo. Cuando me
ofrecieron publicarla quise hacerlo, claro, pero yo no había pensado en hacerlo
y no conocía a nadie del mundo editorial ni conocía a escritores, a nadie de
ese mundo. No existía en mi imaginación la idea de publicar.
-Si
la compara con su otra novela “Cómo desaparecer completamente” (2004), además
del género y extensión, ¿en qué se diferencian?
-Cómo desaparecer... fue
una novela escrita cuando yo ya estaba decidida a ser escritora, después de
varios años no sólo de no publicar, sino de escribir textos fallidos, incluso
una novela entera muy mala. Es un libro mucho más reconcentrado y mucho más
consciente.
Cada
libro, su época
-Haciendo
un balance y en retrospectiva, ¿haría alguna modificación?
-No, nunca.
-¿Por
qué?
-Los libros le
pertenecen a su época y al autor en ese momento, que va cambiando. Además, rara
vez releo: no sabría qué modificar.
-Dado
que se trató de una reedición. ¿Podría improvisar una nómina de dos o tres
títulos de novelas argentinas que sería oportuno volver a divulgar?
-Muchos de Elvira
Orpheé, especialmente la novela corta “En el fondo”, es una narradora
exquisita. “El libro vacío”, de Josefina Vicens, una escritora mexicana que
tiene sólo dos novelas, ésta es notable e inconseguible. Y hace mucho que no
veo en castellano los “Libros de sangre de Clive Barker”.
-¿Cuál
es su próximo proyecto?
-Estoy escribiendo hace
mucho una novela de terror. Me costó horrores -ésa es la palabra- resolverla
técnicamente pero ahora que está encaminada, espero terminarla muy pronto.
También tengo listo un libro de cuentos. Y estoy en proceso de corrección de un
libro sobre Silvina Ocampo que se editará en Chile.
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