Novedad Editorial abril 2015: EDITORIAL CACTUS - No Ficción
LA
INTELIGENCIA DE UNA MÁQUINA
Una
filosofía del cine
Jean
Epstein
Serie Perenne
Ensayo
En La inteligencia de una máquina, de 1946, Jean Epstein se sumerge,
con luminosa videncia, en los humos y oscuridades del cinematógrafo, esa
invención diabólica llamada a conmover los cimientos perceptivos, afectivos y
mentales del mundo. Para quien sin duda fue el más filósofo de los cineastas,
se trataba de descubrir, bajo la capa externa del espectáculo, una capa
esencial y por así decir neutra del instrumento y de su función inherente. Una
pregunta central parece moverlo: ¿puede considerarse al cinematógrafo, y en
general a la máquina, como un individuo en sí mismo, capaz de desarrollar un
psiquismo relativamente independiente? Su respuesta, asombrosa, prefigura todos
los pensamientos posteriores acerca de la individuación de las máquinas.
La ley del número y del
movimiento, el axioma de que la cantidad es madre de la cualidad, y un
relativismo absoluto donde el espacio, el tiempo y la causa son solo cortes
móviles de flujos en interacción universal, conforman un perspectivismo radical
que opera el prodigio. Así, la complejidad de los ensambles inconscientes
devienen un esbozo de conciencia. Así, lo imaginario, cuatro veces combinado con
lo imaginario, deviene lo real, y una multiplicación suficiente de lo falso
tiende a producir lo verdadero. Así, la vida misma deviene función de un ritmo
temporal: el cristal se pone a vegetar, las plantas se animalizan.
En esta atmósfera de
sueño, de irrealismo, en este anti-universo, emerge una antí-logica, o más bien
una anti-filosofía, que realiza la función neutra e inherente, la fórmula
implícita que parece trabajar de modo subyacente todo lo que vive. Pero para
eso, dice Epstein, hace falta la constitución del operador encargado de hacer
trabajar la fórmula, es decir del aparato pensante, sea humano o inhumano.
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